Es bien sabido que durante la última década ha habido un auge internacional del reggaetón como el género más escuchado, con distintos exponentes y corrientes dentro del mismo. Paralelamente se ha manifestado un rechazo por parte de otros sectores no tan afines a este tipo de música, principalmente de personas más cercanas a géneros derivados del rock, por diferentes cuestiones, una de las que más he leído y escuchado tiene que ver con el contenido lirico de las producciones, pues las acusan de ser, en el mejor de los casos, banales y carentes de contenido, pero, además, de una carga simbólica que se inclina hacia el machismo y la cosificación de las mujeres.
Esto es cierto, muchas de las producciones siguen una línea que es fácilmente identificada con estos adjetivos, no obstante, no es una característica particular del género urbano más popular del momento, sino que se encuentra en todos y cada uno de los géneros musicales en mayor o menor medida, ya sea de manera explicita o un poco más discreta bajo una fachada incluso poética. Es decir, el contenido vacío y con tendencias patriarcales no son novedad, todo lo contrario. Aunado a esto, parece que a los detractores del reggaetón se les olvida que el mainstream no es todo lo que existe y que al margen de las grandes firmas discográficas, en la escena alternativa, se han construido distintos proyectos dentro del mismo género urbano que no obedecen a las directrices ya mencionadas, o, buscan diferenciarse dando otra perspectiva discursiva sin dejar de mover las caderas y el booty, representando esto último una manifestación festiva de libertad que no tendría por qué representar un peligro.
Como consumidor musical pude rastrear algunos colectivos de género urbano que se han encargado de realizar producciones con el mismo dembow potente del reggaetón que nos gusta, pero con un pequeño giro de tuerca, por ejemplo, Ascensa Furore se posiciona en el momento histórico que nos ha tocado vivir para desde ahí hablar a través del flow urbano, de la vida nocturna, el goce, la sexualidad, pero no de consumo, incluso apelando a una reformulación conceptual, pero de manera tan sutil que no se percibe hostil.
Asimismo, el colectivo Tremenda Jauría define su trabajo como reggaetón consciente, un término que atiende precisamente a estas posturas alternativas a lo comercial en su género musical, porque, además, está principalmente integrado por mujeres provenientes de la escena punk, dotando a su música de esta esencia rebelde con la que se entiende el punk, y no sólo en su música sino en su quehacer artístico en general, pues sus presentaciones suelen ser en foros alternativos donde confluyen jóvenes izquierdistas que no contraponen la fiesta y el perreo con un compromiso social, pues incluso han sido parte de manifestaciones y luchas sociales.
Incluso, rompiendo estos paradigmas heteronormativos del reggaetón mainstream, donde el hombre se encarga de seducir a la mujer y ésta cae rendida ante sus encantos de varón. También existen propuestas como lo son Tribade y Las Bajas Pasiones, que responden a las perspectivas del erotismo, seducción y posiciones políticas lesbicas y homosexuales respectivamente, donde se nos hace presente una diversidad innegable y que a través del baile nos habla de sus posturas ante el mundo.
A manera de conclusión puedo decir que si bien consumir el mainstream no está mal, pues podemos seguir escuchando a Bad Bunny, Karol G, etc. pero también es bueno conocer que existen propuestas diferentes a las potenciadas por el mercado, y que lo que circula en los principales medios no es lo único que existe, pues desde diferentes lugares de resistencia se construye.
Un poco del resultado de mi gusto por el reggaetón y la escena alternativa, decanta en la siguiente lista de reproducción que me encargué de curar a manera de introducción a esta corriente del género urbano, para aquellas buenas consciencias que como yo aman bailar, o para aquellas que pensaban que el reggaetón no tiene contenido.
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